El otro día volví a encontrarme con esa estadística que indica que la mayoría de los universitarios desean disfrutar de las ventajas de ser funcionario público, en lugar de buscar trabajo en el sector privado. Todavía, sigo sin entender por qué esta realidad molesta tanto a la gente. Ante los comentarios que se hacen sobre este dato, yo siempre respondo lo mismo: «Son universitarios, no tontos».

¿Te has planteado ser funcionario?
Mamá, no quiero ser abogado, quiero ser funcionario del grupo A
Antes de juzgar, vamos a analizar la realidad laboral del país.
Los universitarios pasan años para sacarse una carrera, una especialización, un título de inglés, un master y un proyecto fin de carrera para tener un título. Y, ¿qué se encuentran después?
La mayoría de los destinos caben entre estos siete:
- No encuentran trabajo de lo suyo y acaban dedicándose a algo que no tiene nada que ver.
- Consiguen trabajo de lo suyo, pero temporal y mal remunerado. Con mucha suerte, encuentran trabajo fijo de lo que han estudiado tras haber pasado por cinco o seis empresas.
- Logran trabajo bien remunerado, pero con unos niveles de estrés inhumanos.
- Se dedican a lo que han estudiado a niveles soportables de estrés y con la alegría de hacer lo que quieren.
- Estudian unas oposiciones (de lo suyo o no)
- Buscar trabajo en el extranjero.
- Encuentran trabajo de lo suyo en el extranjero.
Por no mencionar a los que encuentra trabajo y, con los años, se dan cuenta de que nunca quisieron dedicarse a eso.
Las ventajas de ser funcionario son muchas. Sí, tal vez tengas que pasarte años estudiando duramente para aprobar unas oposiciones con plaza o con una nota que te haga destacar, pero la recompensa es grande.
Al menos, en comparación con las ventajas del trabajo en el sector privado.
Haciendo una comparación: un profesor en un colegio privado o concertado, cobra menos que uno de un colegio público (casi la mitad). No suele tener subidas de sueldo por trienios ni quinquenios y tiene las pagas extra prorrateadas. Como para pensárselo dos veces.
Además, ser funcionario es una gran oportunidad para la reinvención profesional, entre otras cosas porque puedes solicitar excedencias. En una empresa privada, esto no suele sentar demasiado bien.
Las ventajas de ser funcionario no son un problema, son un problemón
Seguro que has visto esa entrevista que Pablo Motos hace a Antonio Banderas en El Hormiguero, en la que comenta que la mayoría de los estudiantes de Estados Unidos quieren ser emprendedores. Yo misma la he compartido alguna vez en Facebook. Esta manera que tiene el actor de tratar el éxito es compartida por mucha gente. Desgraciadamente es solo compartida, que no es lo mismo que practicada.
Que la mayoría de la población quiera hacer carrera en la administración pública es un problema, ¡claro que sí! Un país no evoluciona por sus funcionarios.
Pero no depende del ciudadano de a pie cambiar esta realidad por mucho que le moleste. Esto depende del gobierno y de las empresas privadas.
Por diferencias, hay dos tipos de empresas privadas:
Pymes y autónomos torturados por los impuestos.
Grandes empresas que, aun tratando bien a su personal, nunca van a sobrepasar el límite de que les salgan las cuentas. Es una simple cuestión de supervivencia.
Y, por supuesto, el Gobierno gana votos con los funcionarios y convocando oposiciones pocos meses antes de las elecciones.
Eso no significa que el Gobierno deba echarse a un lado y eliminar todo servicio público, empresas públicas y responsabilidad. Pero sí es responsable de tomar medidas para impulsar al sector privado. Aunque no vale cualquier medida, éstas deben ser lógicas, factibles, tener un plan de funcionamiento, compromiso, condiciones para el empleo y utilidad pública.
Por ejemplo, las subcontratas, las licitaciones y concursos activan la economía y crean empleo.
El sueldo de los funcionarios se paga con los impuestos del sector privado. Si las empresas privadas cierran, no hay nada que mantenga al sector público más allá de los explotados fondos europeos. Evidente, ¿verdad? Pues cuéntaselo a los de ahí arriba porque parece que todavía no se han enterado.
La gestión pública: el primer problema en todas las escalas
No quiero extenderme en este tema por lo que solo lo referiré por encima.
Las enfermedades que suelen atacar a los funcionarios son desinterés y falta de motivación. Si un buen líder se las ve y se las desea para motivar a sus empleados, imagina a uno que pase olímpicamente y solo quiera coger el sueldo a fin de mes. Y eso es lo que pasa en la mayoría de las instituciones públicas.
Un buen jefe está motivado, sabe motivar y es un excelente gestor de los recursos: crea, innova y toma medidas para que su personal sea más eficiente. También sabe que motivar con una subida de sueldo es una estrategia nefasta.
Y, los buenos gestores, brillan por su ausencia escasean en el sector público, desde el Parlamento hasta el cuerpo subalterno.
Desgraciadamente, la mayoría de la gente que hace cosas increíbles, las hace desde la necesidad de mejorar, no desde la estabilidad laboral bien remunerada que permite suministrar una buena dosis de anestesia con los caprichos materiales. O, dicho de otra manera, motivarse con viajes y coches espectaculares porque lo puedes pagar, no te va a invitar a luchar. Esto solo lleva a la gente a preguntarse por qué no se es feliz en su trabajo cuando se lo pueden permitir todo.
Y, en España, la mala gestión pública ha pasado a convertirse en una patología. Perece que nadie sabe gestionar los recursos, ni las instituciones, ni las relaciones, ni nada que requiera un esfuerzo que vaya un poco más allá. Lo peor de todos es que tampoco parece que esto importe.
Las ventajas de ser funcionario pueden ser para ti, o no
Aunque, a nadie le amarga un dulce, yo no quiero ser funcionaria. Prefiero una vida que me desafíe constantemente, donde pueda crear, donde pueda impulsar mis propios proyectos, antes de verme adormilada por la estabilidad que, a mi entender, no me va a llevar a ninguna parte.
Y sé que hay mucha gente que tiene pretensiones mayores. Ni todos los trabajos se pueden hacer como funcionario, ni todo el mundo quiere esas condiciones ni ningún millonario es funcionario (no en occidente). Hay quien tiene otras aspiraciones y está en su poder llegar a lograrlas.
En resumen…
Ser funcionario es una buena manera de reinventarse profesionalmente. Valora lo que quieres hacer y, posteriormente, diseña. Y, si siendo funcionario te salen las cuentas, ponte a estudiar sin demora porque lo tienes claro.
Si entre tus valores está, un trabajo fijo de poco riesgo, con buena remuneración, y tiempo libre, ser funcionario es una buena opción. Esta debe ser tu opción laboral y, si con los años tus necesidades cambian, lo tendrás más fácil para hacer cualquier cosa.
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